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El sexo de los ángeles – Julio Sandoval Berti

En general no me pasa como a otras personas a las que les cuesta encontrar inspiración para escribir y que a veces se enfrentan con la tan temida página en blanco. Casi siempre tengo un montón de ideas a la hora de sentarme a escribir. Pero esas ideas no me surgen mágicamente ni me vienen de una musa o se filtran desde una inexplicable dimensión poética, no, no se da así.

Cuando me siento a escribir casi siempre ya sé sobre lo que voy a escribir. Intento hacerlo con las ideas que, mientras no estoy escribiendo, mientras leo o navego en internet por lugares que me interesan, voy guardando prolijamente en carpetitas donde puedo poner imágenes, música, videos, o cualquier cosa que me emocione o me inspire una idea para escribir algo en el futuro.

Si no estoy en mi computadora al momento en que la idea me agarra –porque podría darse en el cine, durante un cena o en cualquier otro momento y lugar– medio escondido de los que me acompañan hago una nota de voz en mi teléfono –momento vergonzante si los hay– o escribo una nota rápida para almacenar la idea. Luego, ya en mi computadora, la paso en limpio, le doy un título sujerente y agrego también una breve explicación escrita en word de lo que en ese momento se me ocurre que voy a hacer con ese texto, imagen, video o documento. En ese word escribo, o trato de escribir mejor dicho, “de qué va el texto”. Pongo por ejemplo, si creo que esa idea da para un cuento o relato: “Escribir un cuento no muy largo sobre una chica que… y bla bla bla”. Si creo que la idea se trata de una poesía pongo: “Escribir una poesía sobre… y bla bla bla”. De esa forma “la idea” queda celosamente almacenada en mi disco hasta que el momento oportuno para escribirla se presenta.

Esas ideas almacenadas se convierten entonces en mi reservorio de ideas para los momentos en que hay escasez de ideas. Soy como una hormiga que los lindos días de verano sale a buscar las provisiones que utilizará en el invierno. Así, cuando tengo tiempo de sentarme a escribir y aunque en ese momento no se me ocurra nada, bueno, pues voy a mi reserva de ideas, escojo una carpetita y trato de escribir algo en base a esa “idea que tuve alguna vez”.

Por ejemplo, el día de hoy: me levanté temprano y no tenía mucho que hacer porque generalmente salgo a correr los sábados por la mañana, y al espiar por la ventana descubrí que estaba nublado. Me pareció que iba a llover de un momento a otro. Así que en la semipenumbra de la habitación pensé que era oportuno ponerme a escribir algo. Busqué en mi rígido y hallé una carpetita titulada “Poesías visuales con muchas metáforas”. ¡Perfecto! Doble click; y estas son las imágenes que había guardado dentro:

Lo primero que hice fue escribir una lista con los títulos de la imágenes o de las poesías visuales que había dentro de mi carpetita:


-Pubis
-Matar el hambre
-Sello para escribir versos
-El sexo de los ángeles
-El sol es una lata
-(S)Obras completas
-Una docena de palabras de amor para ti
-Palabras de amor listas para usar
-Palabras rotas
-Hilo musical
-Diccionario del silencio
-España 1939-1975
-Comete tus propias palabras

Se puede ver que hay metáforas potentes. La lista prácticamente ya es una poesía. Hay un título: “España 1939-1975” que no me sugiere nada, pero sí la poesía visual de los lápices empequeñeciéndose y tiñiéndose de color azul. En ese caso usé la metáfora de la imagen, en otros casos los títulos, y en otros combinaciones de títulos con la metáfora de la imagen para formar algunos versos. Así comencé a trabajar el texto y luego fui agregando y quitando cosas, escribiendo entre medio, cambiando de lugar, y poniendo un poco mi voz en él. El resultado fue este poema que transcribo aquí:

El sexo de los ángeles

Te escribí una docena
de palabras de amor
claro que no las creías
pensando que entre mentirosos
nos podíamos mentir
colgabas tus guirnaldas vencidas
y amarillas en la red
es lo que sacás cuando pensás mal
de otro modo hubiésemos seguido
cantando esa canción que no sonaba
tan mal como ese día
que le pusiste el sello de verso
a todos mis escritos
mis sobras completas
escritas con un lápiz
cada vez más pequeño y más azul
ya no querías seguir el hilo musical
y había que ver las cosas
que salían de tu pubis
un sol de lata brillante
que podría ser mío
si no hubiese sido
porque tuvimos día y noche
el sexo de los ángeles
y para matar el hambre
una larga lista de estrofas
trufas y palabras rotas
que hoy buscamos perplejos
en el diccionario del silencio

Una vez que escribí el poema o texto de que trataba la idea de la carpetita, ya puedo borrarla. Listo, una menos. La próxima vez que me siente a escribir tomaré otra carpeta.

Lo que sí me pasa seguido es que las carpetitas con ideas se van acumulando y no hago tiempo de escribirlas todas. Cuando tengo tiempo, voy eligiendo y sacando afuera las ideas a las que le veo más “futuro” y trato de escribirlas, de trasformarlas en algo literario. Luego de escritas las vuelvo a guardar para corregilas más adelante, y así, hasta que un día considero que el texto está listo y lo publico. Aunque muchas veces también se da que suelo publicar en mi blog textos que no están listos y los voy corrigiendo sobre la marcha, después de publicados, a medida que le encuentro defectos.

En fin, ése es mi método para tener ideas que escribir.

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