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El centauro – Miller Oberman

Muchas veces dije en este blog que los caballos me parecían animales fascinantes. Mucho más, entonces, los centauros, cuyo musculoso cuerpo pertenece mitad al orbe de los hombres y mitad al de los caballos. Y quizá esa sea la razón por la que me identifico un poco con estos seres mitológicos. En mi caso poseo un cuerpo de hombre inserto en media alma de un caballo. Razón más que suficiente para sufrir el bullying lo mismo que cualquier centauro, incluso igual que Miller Oberman, un hombre trans que vive en Nueva York y que es autor del fantástico poema que traduzco para ustedes ahora.

 

EL CENTAURO

Traducción: J.S.B.

Primero me llamaron “eso”, y luego, ignorantes de cómo mi gente
usa esa palabra, machacaron los magros sustantivos
que tenían para género y me llamaron “el goy”, y dijeron
que no ser lo uno ni lo otro era no ser nada.
Eso comió la hierba en que lo metieron, se arrodilló en los lamederos de sal.
Eso bancó las púas y patadas y las transformó en
pelaje y cuero. Aceitado y pulido, convirtió esas mitades
en un único cuerpo galopante. Caballo y jinete.
El centauro soportó el día escolar, ese trapo de piso gris, endurecido
por la mugre. Los chicos y las chicas encajaban fácil en sus disfraces,
parecían dibujos esquemáticos, toscos y bidimensionales.

Dante ya lo sabía, eso leyó después. En La Comedia, en el séptimo
círculo del infierno, los centauros custodian el río Flegetonte, uno de los cinco
ríos del Hades. Flegetonte: río de fuego, río de sangre ebullente,
donde hierven eternamente las almas de aquellos que cometen violencia
contra sus semejantes. Los centauros custodian la rivera, disparando
flechas a cualquier pecador que intente meterse en las someras aguas.

A veces quisiera haber tenido una infancia, pero recuerdo esos días,
mis cuatro patas musculosas. Yo era entonces de dos metros de altura,
montándome en mí, llevándome en mí. Un centauro nunca está solo.

 

THE CENTAUR

Miller Oberman

First they called me “it”, and then, ignorant of how my people
use this word, they mashed up the meager nouns
they had for gender and called me “the goy,” and said
to not be one or the other was to be nothing.
It ate the grass it was shoved in, knelt at salt licks.
It took the barbs and kicks and crushed them into
fur and leather. Oiled and burnished, it made those
halves into one galloping body. Horse and rider.
The centaur endured the school-day, cruel gray rag, filth-
stiffened. The boys and girls who fit so easily in their costumes
looked like stick figures, crude and two dimensional.

Dante already knew, it read later. In The Inferno, in the seventh
circle of hell, centaurs guard the river Phlegethon, one of Hades’
five rivers. Phlegethon: river of fire, river of boiling blood,
which boils forever the souls of those who commit violence
against their neighbors. Centaurs guard the edges, shooting
arrows at any of these sinners who try to move to the shallows.

When sometimes I wish I’d had a boyhood, I remember those
days instead, my four muscled legs. I was seven feet tall then,
riding myself, carrying myself. A centaur is never lonely.

 

SOBRE EL AUTOR:

Foto por Louisa Solomon.
MILLER OBERMAN es un poeta judío trans y antisionista, autor de Impossible Things (Duke University Press, 2024) y The Unstill Ones (Princeton University Press, 2017). Enseña escritura en Eugene Lang College y vive en Queens, Nueva York.

 


Copyright©2024 Miller Oberman. Publicado originalmente en Poem-a-Day, el newsletter de la Academy of American Poets.

 

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