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Mis rosas – Friedrich Nietzsche


Lo fascinante de comprar libros usados es que nunca sabés qué van a traerte de regalo. Este libro de Nietzsche que compré en la Librería Kafka (en Corrientes y 9 de Julio) traía dos regalos entre las páginas: Un dibujo marcando el Capítulo 5 de El nacimiento de la tragedia; y lo mejor: Una lima de uñas —bastante usada— marcando el poema 9 de La Gaya scienza.

El dibujo representa un cuarto de mandala sobre un fondo rosa, con pétalos y pirámides, y en el centro tiene seis cíclopes que parecen estar tomándose la cabeza con sus pequeñas manitas mientras llevan en el rostro esa expresión del horror que me recuerda mucho a “El grito” de Edvard Munch. Quizá el dibujo esté inspirado o haya sido hecho con el Nietzsche del Capítulo 5 del “Ensayo de autocrítica” (donde fue encontrado) todavía susurrante en la mente. Sospecho que fue una mujer quien lo dibujó. No puedo estar del todo seguro, pero me lo confirma el uso de una hoja extraída de un block de papeles color rosa; la diferencia de espesor en los trazos y el contraste de color en las fibras utilizadas; que esas fibras sean —en su mayoría— de colores fosforescentes; la prolijidad y los motivos elegidos.

Donde encontré el dibujo, Nietzsche da su opinión sobre el libro que él mismo escribió inspirado en la obra Richard Wagner, titulado El nacimiento de la tragedia. Justo en esa página marcada, dice:

En realidad, todo el libro no reconoce, detrás de todo acontecer, más que un sentido y un transfondo de sentido en realidad artísticos; de un “Dios”, si se quiere, pero en verdad de un Dios-artista, absolutamente ajeno a todo tipo de miramientos y amoral; un Dios que, tanto en la creación como en la destrucción, en el bien o en el mal, no quiere sino ser consciente de su placer y soberanía equivalentes; que, mientras crea mundos, se libera de la situación indigente propia de su plenitud y sobreabundancia, así como del sufrimiento originado por las contradicciones que se abren paso en su interior.

Texto que explicaría las caritas de horror de los pobres cíclopes.

La lima con restos de uñas encontrada en la página 319 terminó por convencerme de que el anterior propietario era, en efecto, una mujer. Interpreto que haberla dejado allí cumple el mágico acto de convertirlo en una dedicatoria. En las dos páginas marcadas por el instrumento abandonado hay en total diez poemas. Transcribo debajo los que me interesan:

4. Diálogo
¿Estaba enfermo? ¿Estoy curado?
¿Quién ha sido mi médico?
¡He olvidado todo!
B. —Ahora sí que estás curado:
porque curado está quien olvida.

9. Mis rosas
Sí, mi dicha quiere hacer feliz.
Toda dicha quiere, en efecto, hacer feliz.
¿Queréis coger mis rosas?
Tenéis que agacharos y ocultaros
entre zarzas y rocas,
¡chupaos los deditos de vez en cuando!
Porque a mi dicha le gusta bromear.
Porque a mi dicha le gusta ser maliciosa.
¿Queréis coger mis rosas?

12. A un amigo de la luz
Si quieres que tus ojos y tus sentidos
no desfallezcan,
sigue el sol aun por la sombra.

13. Para bailarines
Hielo resbaladizo: un paraíso
para quien sabe bailar bien.

Por supuesto que dejo ambos objetos en el lugar exacto donde los encontré; para que se sorprenda, como yo, quien sea que herede el libro.

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