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Atlántov – Federico Spoliansky

Días atrás tuve la grata sorpresa de recibir un mail de Federico Spoliansky ―que en otras oportunidades ya se había contactado conmigo― donde enviaba algunos de los “poemas textos” (como él los llama) que componen el libro publicado en 2016 por Ediciones del Dock, titulado, misteriosamente, Atlántov. El título pareciera ser una mezcla entre dos sustantivos: “Atlántico”, por un lado, y por el otro pareciera hacer referencia al famoso tenor ruso Vladimir Atlantov. Pero sea cual sea el por qué del título, su poética nos sitúa en la playa, y también, de una alguna manera, nos trae el ritmo inestable y vago de la ópera. Están presentes en ella la sal, las olas, las carpas, el viento; en fin: todo lo que nos remite al mar Atlántico: el vasto océano frente a nuestras costas y su oleaje incesante.

Estos que siguen son los textos de su envío:

El infinitivo escribir me ha traído problemas. Ocupé tres días de febrero repitiéndolo en voz alta, doblándole la punta para que dejase de ser infinitivo. Un infinitivo tiene algo de cosa militar: pisan los soldados, los sonidos buscan una silla para esconderse. Solo hay música en el infinitivo ser cantante.

Escribo soslayando la cresta de la ola, sentado en la panza, no soy holgazán. La panza me permite quedar a salvo. Escribo con datos, ocurrencias, garabatos: baja sombra el abedul. Sentado en la panza escribo de a ratos. Olvido mucho, pero alcanza: palo, guampa, tereré. Los datos sacan del letargo al holgazán. Escribo en postergo.

Camino hacia el mar. Se escucha cumbia en la rambla. Es más sonora la cumbia que el mar, aunque el mar azote la orilla. Pasan culos sobre piernas; le pesa y propulsa el culo a la pierna, la pierna al que pisa. Llega a ser bailanta cuando un pie se multiplica.

En verano tomo sol, respiro SSSSSSSSS, respiro sssssssss; no es verdad que tomo sol, me guardo bajo un alero, bostezo sin taparme o intentar cerrar la boca. Cuando respiro bostezo, bosteza todo el cuerpo.

Las nubes se acomodan en el cielo. Las nubes se acomodan sobre el mar, la arena marmolada por café. En la playa nos mandamos comilonas: papas rústicas, laurel y crema; el Postre Balcarce para después. El sol se acomoda sobre la muzzarella y aceitunas; las mantiene tibias, nos mantiene tibios. Si hay carpas hay estacas y aleros. Pasa el viento, decimos: “Es el viento”, echándole culpas al viento. Corremos a las ojotas, al orégano y a los panaderos que se vuelan y trepan y tropiezan, todo por el viento. En las carpas se esconden las estrías, envolvemos estrías con toallón. Tema, variación y fuga: Las nubes se acomodan en el cielo. Las nubes se acomodan en la piel, sombrean bochas en la crema. ¡Marche piel con crema para las nubes que se mudan donde pinte; se muestran y acomodan estas nubes vagas! Las nubes se acomodan sobre tetas y giocondas, las enmantecamos con cacao. ¡Vaya siesta para estas nubes que se empachan, y ordenan para despedirse sambayón, mousse de menta granizada, chantilly, rusa!

El sol no mira de costado, mira de frente, a la cara, a la nuca y, por qué no, el sol mira de costado. No podemos sentarnos en el sol ni en capricho, el sol tiene porque sís: es don, patrón y amatronado. No se sienta la yerba en el agua, o sí, la yerba se sienta en el agua, el sol mira de costado, el mate se toma con las manos, nos tomamos de las manos. ¡Son tantas cosas las que se pueden y tantas las que no! Tirado en la cama miro las manchas de humedad; en la pared hay un diploma licenciado, debajo una zapatilla enchufe; si hay un par de zapatillas, más enchufes. ¡Son tantas las cosas que hasta la palabra “añeja” nos pide tipearle una ñ! Las palabras se toman en serio, pero no deberían tomarse al pie de la letra. El vino no se toma en serio, tiene humor, no se toma en serio ni siendo infiltrado; el vino se toma y se plancha, el vino hace la plancha. Y el sol surf.

En verano ando en bermudas, camiseta de algodón blanca escote en V y ojotas. También una bufanda al cuello, por si las moscas. Los playeros de la Esso me gritan: “¡Payaso!”. No sé si por la bufanda o por los brazos y piernas pálidas, la mata que asoma por la V del escote si olvido o pierdo la bufanda. “¡Ahí viene Ojota!”. Cuando dejo tanta piel y pelo al aire no soy un payaso, soy espléndido; no un Renoir, a ningún Renoir se le mueve un pelo.

Anoche había tres marías
Santa Niña Pinta
por la mañana un estuario.

El mar hace lo suyo, indiferente hace lo suyo; tiene todo presto, agendado, no se toma vacaciones ni pega el faltazo; permanece. Abierto todo el año.

No sabe si el barco va hacia la derecha o la izquierda. “No sé si voy hacia el Este o el Oeste”. Tiembla el grumete inexperto, un zurdo contrariado. Un timonel se manda viento en popa, sin costadear como costadea el grumete de la oración prima, y aunque tantee la tierra con los remos, no costadea, solo va hacia atrás para tomar impulso.


Sobre el autor:

Federico Spoliansky nació en Buenos Aires en 1970. Posee un Master en Realización Audiovisual (London Film School & London Metropolitan University). Es Licenciado en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Publicó los libros Atlántov, Duda patrón y El agujero. Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de Cultura de la Nación (Bienio 1991-1992). En 2017 ganó una beca de Formación (Letras) del Fondo Nacional de las Artes. En 2018 fue Visiting Scholar del departamento de Estudios Hispánicos de Brown University (Providence, USA).

Bibliografía:

SPOLIANSKY, Federico, Atlántov. Buenos Aires: Ediciones del Dock, 2016.

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